Etruria

Etruria

La antigua Etruria, que se corresponde geográficamente con la actual Toscana italiana, desarrolló una cultura autóctona, diferenciada de sus vecinos, y misteriosa por sus orígenes.

Aun hoy en día, los historiadores no se han puesto de acuerdo, acerca de su aparición en la historia de los pueblos. Unos, la hacen derivar de la cultura protohistórica villanovense que se desarrolló en la ribera del Adriático, entre los valles del Arno y del Tíber, y que surge en la historia de las culturas hacia el 750 a.C.; en tanto que otros, Heródoto el primero, los hacen originarios de Lidia de donde hubieran llegado, huyendo de una ola de hambre en su país.

A este hecho enigmático de su origen, se ha de añadir el de su lengua; todavía no descifrada; la singularidad de sus creencias basadas en los oráculos y adivinanzas; su arte original e inconfundible, de influencias orientales, marcado, más tarde, por la impronta del mundo helenístico; su ordenamiento social y el protagonismo de la mujer etrusca dentro de una sociedad liberal y epicúrea.

Todos estos enigmas trasladados a nuestro objetivo de relatar la evolución de la historia de la perfumería, se traducen en la incógnita de saber si fueron los lidios los que trajeron consigo el uso de los cosméticos y los aromas, o bien, se desarrollaron dentro de una propia cultura anterior.

La falta de fuentes literarias nos impide el conocimiento exacto de cuáles fueron las materias utilizadas en la elaboración de los aromas. Nos obliga a recurrir a la ayuda de la arqueología, para ilustrarnos sobre las primeras materias usadas y sobre los envases que hicieron servir como contenedores de perfumes. En este último aspecto, destacan las formas clásicas de los alabastrinos egipcios, la de los “lekytos” griegos”, así como los “askos”, las “píxides”o pequeñas cajas de cerámica para guardar ungüentos o cosméticos y los “arybalos” esféricos, o en forma de bombilla y también los llamados de rosquilla por su forma característica. De los numerosos materiales con los que estaban elaborados, no nos podemos olvidar ni de los metales preciosos ni de las piedras duras, pero una exclusiva de la artesanía etrusca aplicada a los vasos para ungüentos perfumados, fue la cerámica de “buchero”, de color negro y de textura muy fina, con la que lograban vasos de paredes extremadamente delgadas y brillantes que los hacían especialmente delicados y bellos.