Roma

Roma

Los griegos a través de sus colonias en el mediterráneo, propagaron el gusto por perfumarse, desde el oriente cercano hasta las costas de Francia y España. Precisamente de una colonia griega del sur de Italia salieron los primeros barberos y perfumistas que se instalaron en Roma en tiempos de la República.

Los primeros romanos formaban un pueblo pobre, austero y frugal, dedicados a cuidar de sus huertos y rebaños, al tiempo que se defendían de los ataques y agresiones de sus múltiples vecinos. Más tarde su fusión con los etruscos, sus victorias militares y su relación con los griegos del sur, cambiaron sus hábitos y costumbres y al final de la República y primeros siglos del Imperio en que conquistaron medio mundo, Roma se convirtió en una ciudad rica y próspera que conoció el “boom” de la cosmética y la perfumería, tanto a lo largo de su extensión geográfica que la hizo llegar hasta los confines del Imperio, como por la intensidad del consumo que se popularizó entre todas las capas sociales. El uso de perfumes y ungüentos se convirtió en abuso y exageración.

En Roma, además de las personas se perfumaban, las salas de los grandes palacios, los teatros, los vestidos, el vino, los estandartes de las legiones cuando a la guerra o cuando volvían victoriosas de sus conquistas, y hasta algún emperador llegó a perfumar su caballo preferido. También se usaban innumerables perfumea en las ceremonias religiosas como ofrendas a los dioses, en los entierros y en las fiestas familiares, especialmente en las bodas.

Del emperador Nerón se explica que, en algunos de sus banquetes, hacía caer, desde el techo, pétalos de flores sobre sus comensales y soltaba palomas con las alas perfumadas, para que esparcieran por la sala sus aromas. Es sabido que su mujer. Popea, se bañaba con leche de burra y cuando viajaba llevaba entre su séquito una reata de cincuenta de estos animales. Los perfumistas de Roma tenían instaladas sus tiendas en un barrio llamado “Vicus unguentarium”, donde vendían sus productos y en el fondo de la tienda, en pequeños obradores preparaban los perfumes y los ungüentos. Igual que hoy en día, más de uno, tuvo gran popularidad por el éxito de sus aromas y su nombre era reconocido por todos los consumidores.

Con la desaparición del Imperio romano y la expansión del cristianismo que predicaba la austeridad y la moderación en las costumbres, se produjo, en Occidente, una gran disminución en el uso de los perfumes, cuyo uso quedó reducido a las cortes de algunos reyes o a los palacios y castillos de algunos nobles.