Perfumería Comercial
Francia pasa a ser el imperio de los perfumes. Los guanteros fueron los encargados de venderlos junto a los guantes perfumados que les llegaban del sur de España donde los moros habían introducido la industria de la piel de cabritilla perfumada.
Más adelantes se instalan los primeros minúsculos laboratorios de perfumistas en el que cada uno, en principio elabora y vende sus preparados aromáticos para su clientela, según sus gustos y referencias. Eran unos perfumes hechos a medida para una clientela de gente noble y adinerada, pero poco a poco el consumo de aguas de olor se va extendiendo. Las cortes de los reyes de Francia, en particular las de Luis XIV y Luis XV se convierten en grandes consumidores de esencias, un poco obligados, porqué, a pesar de la elegancia de sus vestidos y de sus pelucas empolvadas, y la fastuosidad de sus fiestas versallescas, el olor de los perfumes, era necesario para disimular la falta de higiene y los malos olores generales de la época.
Durante la revolución francesa se paralizó el mercado de la perfumería, pero la guillotina, que hizo rodar las cabezas perfumadas de la nobleza, dio nombre a un nuevo aroma que se puso de moda; un único perfume denominado “Guillotine” , cuya procedencia se desconoce, se vendía entre las revolucionarias y “sans culotte” hasta que poco después las aguas volvieron a su cauce.
Con la subida al trono de Napoleón gran aficionado a los aromas, comenzó una nueva era para los perfumes. A partir de entonces los perfumistas, que hacía poco que habían pasado de simples artesanos a pequeños industriales, dieron el gran impulso que, con el tiempo, convertiría la perfumería en una industria que, en todo el mundo desarrollado, mantiene una dinámica extraordinaria, mueve cantidades astronómicas de dinero y da trabajo -desde los que investigan en los grandes laboratorios, hasta los que venden los productos-, a centenares de miles de personas en todo el mundo.