Islam

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En Oriente, el imperio Bizantino, heredero de Roma, tomó su relevo en el arte de la perfumería y desarrolló una industria muy importante, quizás más que la de la propia Roma, por el hecho de tener más cerca las primeras materias y contar con una mano de obra de población oriunda de sus vecinos orientales de tradición perfumista; en tanto que Roma era un país eminentemente importador.

Pero no tardaría demasiado en surgir una nueva potencia perfumera, la de los árabes. La Arabia del sur hoy desértica, en los tiempos más antiguos era una tierra paradisíaca donde la abundancia de bosques frondosos y la belleza de sus jardines con sus árboles aromáticos la convertían en misteriosa y exótica. De la Arabia lejana conocida por los clásicos como “la tierra de los perfumes”, llegaban hasta las costas mediterráneas las caravanas de camellos que, atravesando el desierto, transportaban el incienso y las esencias para los mercados de Occidente.

A principios del siglo VII se inicia en Arabia una nueva civilización, una nueva cultura basada en un hecho religioso. Mahoma predica su doctrina y funda el Islam que en poco tiempo se extendería desde el Oriente medio hasta España. Mahoma, como buen árabe, fue un enamorado del perfume y en el Corán se promete a los creyentes un paraíso perfumado, con grandes ríos, árboles y jardines y bellas hurís de ojos negros, hechas del almizcle más puro.

En perfumería los árabes fueron los grandes expertos que supieron asimilar y perfeccionar los conocimientos de las culturas anteriores, aprovechando su saber y sus nuevas técnicas. Pusieron al día el alambique para destilar el alcohol, que utilizaron como soporte de las esencias, para elaborar los perfumes y extendieron el uso del Agua de Rosas, del almizcle y la algalia que fueron las reinas de los aromas en toda la Edad Media. Poco tiempo después, los que volvían de las cruzadas y los mercaderes que retornaban de Oriente se encargaron también de introducir los perfumes en todo el Occidente.