Egipto

Egipto

Las culturas mesopotámicas influyeron notablemente sobre todas las demás de su tiempo y sobre las que le siguieron en el transcurso de la historia. Entre las primeras cabe destacar la del antiguo Egipto que fomentó una de las industrias cosméticas y perfumistas más importantes de la antigüedad.

En efecto, la vida del pueblo egipcio se desarrollaba como una elipse alrededor de dos focos: uno de ellos eran sus creencias religiosas que, muy arraigadas y estructuradas, daban sentido a la vida y a la muerte, regulaban sus relaciones con las distintas divinidades, el Faraón incluido, y tenían un protagonismo especial en las grandes fiestas y celebraciones que marcaban la vida privada de sus habitantes. De otra parte, como segundo foco de esta elipse, su inclinación natural a una existencia tranquila a la ribera del Nilo, el gran río, columna vertebral del país, fuente de vida y de riqueza.

En los dos aspectos citados, el religioso y el profano, destacó el uso de los cosméticos y los perfumes. Los encargados de su elaboración eran los sacerdotes que vivían cerca de los templos y tenían sus laboratorios instalados en unas de sus dependencias, donde se elaboraban los ungüentos y los aromas que utilizaban con profusión en las ceremonias religiosas.

En un bajorrelieve del templo de Edfú, se pueden ver escritas en jeroglíficos muchas de las recetas que se hacían servir para la elaboración de los perfumes. Su uso en la liturgia era imprescindible. Cada día por la mañana un sacerdote entraba en lo más recóndito del templo y después de postrarse delante de la estatuilla de dios que allí se veneraba, le ungía con ungüento oloroso y le perfumaba con incienso.

La misma ceremonia se hacía con el Faraón cuando acudía el templo o cuando participaba en las solemnes procesiones que se celebraban periódicamente desde Karnak a Luxor y en las que el Faraón, con la resplandeciente por el maquillaje, presidía con pompa y majestad, acompañado de toda la corte y de más de doscientas doncellas que con incensarios humeantes en las manos, perfumaban todo el recorrido. La aludida prohibición no impediría la elaboración de otros perfumes para usos no litúrgicos y cuando llegaron los tiempos de prosperidad para el pueblo judío, se usaron muchos otros aromas y ungüentos en la vida cotidiana y social. En tiempos del rey Salomón, la perfumería alcanzó su mayor apogeo. Cuando la reina de Saba que procedía del “país de los perfumes” fue a visitar a Salomón llegó con un gran número de camellos cargados de perfumes, oro y piedras preciosas y añade la Biblia: “Nunca llegaron a Jerusalén perfumes con tanta abundancia como cuando la reina de Saba los trajo para Salomón. Ningún pueblo, hasta aquel entonces, había utilizado tantos perfumes en sus fiestas sociales. Por cierto, que debemos destacar como curiosidad, la costumbre inédita, introducida por las mujeres de la alta sociedad de Egipto, de ponerse debajo de las pelucas que habitualmente llevaban, unos, llamados “conos”, hechos con grasa mezclada con perfumes, que se iba fundiendo con el calor corporal y del ambiente, al tiempo que perfumaba el cuerpo quien los llevaba. No debió resultar un sistema demasiado práctico, por qué no se utilizó en ninguna civilización posterior. Se ha dicho, que en su vida cotidiana el pueblo egipcio fue el más limpio de la historia.

Acostumbrado a las alusiones diarias al levantarse y antes de comer cualquier cosa, les gustaba, tanto a las mujeres como a los hombres, presentarse aseado en todo momento, lo que propiciaba no solo la higiene sino el uso de cosméticos y de perfumes. Incluso los soldados en tiempo de guerra llevaban colgados del cinturón un frasco de aceite perfumado para cuidarse el pelo y la piel de la sequedad del clima. Muchas de las primeras materias utilizadas las obtenían de otros países en expediciones comerciales o incursiones militares: El lugar preferido para las primeras. El reino de Pount, en la actualidad Somalia, al que llamaban “el reino de todos los aromas”. Entre las ceremonias religiosas cabe destacar la operación de la momificación de los cadáveres que pretendía conservarlos para la eternidad. En la celebración de este rito se utilizaba gran variedad y cantidad de materias olorosas.

El primer Faraón que organizó una expedición a Pount fue Sahuré, pero el viaje más conocido fue en tiempos de le única mujer que ostentó el título de Faraón; se llamaba Hashepsut y en este viaje, entre una gran cantidad de riquezas, se trajeron cuarenta árboles de mirra que hizo plantar en los jardines de su palacio de Deir el Bahari, donde un gran relieve en una fachada explica gráficamente esta expedición. Los egipcios guardaban sus perfumes en frascos de los más diversos ricos materiales, oro, piedras duras, vidrios de colores y otros; Pero los más utilizados fueron de alabastro que les proporcionaba el vecino desierto de Libia. Los más corrientes tenían formas sencillas, pero algunas eran verdaderas obras de arte, como los que se encontraron en la tumba de Tutankamón y que se pueden admirar en el museo del Cairo.