Israel
Antes decíamos que los egipcios importaban productos para elaborar sus ungüentos y perfumes de diferentes lugares y es curioso constatar el hecho, que nos relata la Biblia, de que, José hijo de Jacob, fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes de esencias que, de las tierras de Galaad en Palestina, bajaban a Egipto para vender sus productos.
La Biblia en su relato de la historia del pueblo de Israel nos habla de la perfumería en infinidad de ocasiones y nos proporciona innumerables datos sobre el uso de los perfumes.
Los israelitas eran un pueblo de pastores trashumantes que llevaban sus rebaños de una tierra a otra en busca de buenos pastos, y, en ocasiones, huyendo de las sequías llegaban muy lejos de sus tierras de Canaán. Posiblemente es por este motivo que encontramos a buena parte del pueblo de Israel instalado en Egipto durante largo tiempo, donde fueron retenido y obligados a trabajar en los trabajos más pesados hasta que, según nos dice el Éxodo, Moisés, el Libertador, los condujo hacia la tierra que Dios había prometido a Abraham y a toda su descendencia. Es más que posible que algunos israelitas aprendieran en Egipto el arte de elaborar perfumes y ungüentos, pero la primera noticia que nos da la Biblia sobre su uso se refiere a su finalidad religiosa o litúrgica.
Cuando Moisés en la cima del Sinaí recibe de Dios las Tablas de Ley, recibe también la orden de construir el Arca de la Alianza y el Altar de los Perfumes. Moisés nombra a Aaron, Gran Sacerdote, para que se encargue de quemar cada mañana y cada atardecer el incienso y le añada igual peso de esencias de nafta, ónix y junto al gálbano de olor haga un perfume compuesto según “el arte del perfumista”, prohibiendo que esta composición aromática sea utilizada para usos profanos.
Entre las innumerables citas que sobre el uso de los perfumes encontramos en la Biblia y como prueba que éste uso se extendía a todos los estamentos de la sociedad, cabe destacar los consejos que la labradora Noemí da a su nuera Ruth para que se perfume con el fin de agradar a Both, el dueño de los campos donde aquella trabajaba; o bien el caso de la rica viuda Judit que se arregla y se perfuma para seducir a Holofernes y liberar a su pueblo. Pero es en el Cantar de los Cantares donde resplandece la máxima exaltación de los ungüentos y los perfumes.
El Nuevo Testamento nos habla también de los perfumes en diversas ocasiones. Destaquemos la escena en qua María, hermana de Lázaro unge con perfume los pies de Jesús y les seca con sus cabellos, o bien, la de José de Arimatea y Nicomedes, que, según la tradición judía, ungen el cuerpo de Cristo antes de depositarlo en el sepulcro. Por último, recordemos la adoración de los Magos en el portal de Belén cuan ofrecen a Jesús Niño, oro, incienso y mirra. Nunca un perfume había tenido un destino mayor.